miércoles, 23 de enero de 2013

La manta que los cubre a todos

Más quisiera Frodo que en su largo viaje a Mordor le hubieran dado una manta española en vez de una capa de invisibilidad. Pobre hobbit. Con lo que da de sí una manta española. Vale para gente de derechas y de izquierdas -como si aún existieran esas ideologías en la práctica...-, soporta demandas, querellas, fiscales, jueces y hasta amenazas de tirar de ella por los cuatro costados... y ahí está, imperturbable, sólida y protectora de toda la mierda que ni imaginamos habrá debajo. Eso sí, la pobre manta tras cuarenta años de dictadura y otros tantos de pseudodemocracia anda desprendiendo un tufillo viejuno que no desaparecería ni blanqueando en Suiza todo el dinero que se ha dilapidado/robado a manos llenas en España.
Pero a pesar de eso, su legendaria capacidad para crecer y multiplicar sus tejidos ha permitido que ahí debajo se oculte lo peor de nuestra sociedad durante demasiado tiempo, tanto, que algunos incluso predican hipócritamente que jamás se tire de ella "por nuestro bien", mientras otros -casi todos los demás- mienten cuando amenazan con tirar "y que se sepa todo".
Creo que llegados a este punto todos nos preguntamos lo mismo: ¿Y qué problema hay en que se sepa todo? O mejor: ¿Y qué problema tienen los políticos en que los ciudadanos -y, sobre todo, los fiscales y jueces- lo sepamos todo? ¿Acaso nos consideran tan inmaduros que temen que no soportemos la verdad? ¿O temen que el conocimiento de esa verdad nos haga libres como pueblo para decidir dejar de soportarlos a ellos?
Dijo el dramaturgo español Jacinto Benavente allá por los años 20 algo así como que "la peor verdad sólo cuesta un gran disgusto; en cambio, la mejor mentira cuesta muchos disgustos pequeños y al final, un disgusto grande". Pues eso, que mientras vivamos gobernados por mentirosos y corruptos estaremos rodeados de pequeños disgustos a  cada instante (recortes, pérdida de derechos, pérdida de calidad de vida...) y al final nos llevaremos el gran disgusto de que lo habremos perdido todo, hasta la libertad; yo, puestos a elegir, prefiero un disgusto grande conociendo la peor de las verdades, aunque tras más de veinte años de ejercicio periodístico en la Comunidad Valenciana no me hace falta que me la cuenten, que ya la sé de buena tinta. Otra cosa es que pueda demostrarla, que en eso las destructoras de papel y las cajas fuertes de algunos bancos me/nos llevan mucha ventaja.